CONECTADOS: ¿Quién malea la noticia?

            Cada escenario de un crimen es aberrante. La simple idea de presenciar la pérdida de un ser querido puede generar, cuando menos, un estado de shock. Sin embargo, hay una rama del periodismo que te obliga a permanecer impávido ante ese dolor, pues debes ejercer tu trabajo. Esta premisa no establece que el periodista de sucesos o el reportero gráfico deban ser obligatoriamente transeúntes que retratan la noticia con una frialdad arrebatadora, pero algo de sangre fría debe caracterizarlos para apegarse a los hechos y no sucumbir al amarillismo.
            Olviden todo eso si hablamos del periodismo de sucesos en Venezuela,  donde las primeras planas abundan con imágenes desagradables a un nivel vomitivo que dejan lugar para un ¿por qué?  Generalmente, el amarillismo tanto gráfico como literal, está destinado a un receptor que disfruta con esta maleabilidad macabra de la noticia a la que sucumben los redactores ¿qué tiene de raro? O ¿a quién afecta? Desde mi punto de vista, la relación entre el redactor y el lector está tan estrechamente vinculada que el primero le debe al segundo una gran cuota de respeto. Una cosa es retratar la realidad, y otra muy distinta es profanarla con el fin de vender.
            “A la gente le gusta”, es la excusa vaga de la que se valen las diferentes casas de prensa para publicar bazofias que, más que informar, parecieran dirigidas a saciar un hambre voraz de morbo y perversidad.  
            No me gusta generalizar, y no pretendo hacerlo, pues Venezuela cuenta con periodismo de calidad tanto en medios tradicionales como alternativos, pero el amarillismo parece salir disparado cada vez más crudo y abundante, soltando presunciones a la ligera y valiéndose más de conjeturas que de certezas.
            Sería mezquino adjudicarle todo el achaque a los medios, pues también influye mucho la cultura venezolana, sobretodo el involucramiento de los escenarios históricos, en donde se le otorga más relevancia a las luchas militares que a las civiles. Está claro que la gente compra y se interesa por ello porque no le han enseñado otra asimilar la noticia.
            El tratamiento de la información de sucesos merece llaneza, indiscutiblemente. Lo que sucede mientras ocurre, se redacta y se vende la noticia, va mucho más allá del descriptivo retrato de un baño de sangre que la sociedad venezolana ya sabe que ocurre. Hay sucesos que azotan cada día la integridad del pueblo, e incluso así los medios se hacen a la vista gorda por esa sed desmesurada e insaciable de vender aquello que vende, y no aquello que comunica.

María de los Ángeles Morales

Estudiante de Periodismo.

“Entre periodistas”

           En los albores del día martes 26 de julio, se realizó el primer foro de la carrera Comunicación Social- Mención Audiovisual con los estudiantes cursantes, en la Universidad Valle del Momboy. La actividad, organizada por los catedráticos Carlos Olmedillo y Andreina Matos con el respaldo de la coordinadora del área, Sandra Causado, contó con la presencia de algunos profesores de la facultad y especialistas en el área que compartieron experiencias divertidas, angustiantes o meramente devenidas con su profesión.

            El denominado “Salón de la Trujillanidad” del instituto sirvió como recinto para acoger a todos los estudiantes cursantes de la carrera. Una vez que ingresamos y las correspondientes palabras de saludo, comenzó la ponencia de los invitados al foro. La primera fue la licenciada Isabel Matheus, quien con su característica elocuencia y amenidad contó anécdotas de su etapa universitaria, sus inicios en la profesión y las adversidades a las que se enfrenta el periodismo en Venezuela.

            Con la explicación de un estudio llamado “sociedad de vidrios”, el también licenciado Giovanni Matos realizó su exposición en el encuentro. Habló de lo fundamental que es contar las historias correctamente, cuestionarse repetidamente el porqué suceden las cosan y cómo influyen éstas en la marea periodística que de alguna manera u otra se ha dejado sobornar por un gobierno implícitamente opresor.

            Seguidamente, tomó la palabra la licenciada Jua Azuaje, quien comenzó su discurso  con una frase de Gabo Márquez: “No es mejor periodista quien da la noticia primero, sino quien da la mejor noticia”. Llena de jovialidad y empatía, contó las vivencias que ha presenciado en el ejercicio periodístico, la vasta experiencia que ha adquirido poco a poco y el proyecto en el que está trabajando, que consiste en una página informativa de la nube con dominio internacional.

            Además de todo el abanico de académicos, también hizo acto de presencia el señor Javier Pirela, corresponsal trujillano de Globovisión. Con una suprema naturalidad explicó su experiencia en el mundo de los medios y, explicando un decálogo creado por sí mismo para el desempeño del periodismo, pronunció una frase sumamente resaltante: “el que no lee, no sirve para ejercer este oficio”. Asimismo, tocó temas más personales como la empatía que debe inspirar el comunicador social, el hecho de cómo las personas suelen ver a los periodistas como famosos, y no como intermediarios de la noticia. Culminando el bloque, se realizó la dinámica de preguntas y respuestas a las que el señor Pirela respondió amablemente.

            Tras tres horas de ponencias, anécdotas, explicaciones y, por qué no, chistes soltados al azar, finalizó este primer encuentro “Entre Periodistas”, al que sólo puede calificarse como exitoso.

María de los Ángeles Morales.

Estudiante de Periodismo.

Relato de un Náufrago.

         En febrero de este año, se cumplieron 61 años desde que ocurrió el naufragio del ARC Caldas, cuyo único sobreviviente fue Luis Alejandro Velasco, protagonista del relato publicado quince años después por Gabriel García Márquez.   Embellecer un naufragio debe suponer más trabajo para un periodista que exclusivamente quedarse con los aspectos generales de la noticia. La paciencia y dedicación que implica cavilar y recopilar información, el tratamiento de los hechos para convertirlos en una realidad veraz, y a la vez cargada de figuras literarias que te transmiten la sensación de que todo ha sido parte de la imaginación del autor es probablemente lo más sublime de esta obra. La narración, llevada a cabo en primera persona, a pesar de tratarse de una novela periodística, cuenta las calamidades a las que se enfrentó Velasco tratando de mantenerse vivo en el mar caribeño, sin comida ni bebida, durante diez días.

            La novela es fácil de dividir en tres ámbitos. En el primero, tenemos una tripulación de las fuerzas armadas colombianas que se encuentran en una misión llevada a cabo en Mobile, EEUU. No es muy complicado analizar la naturaleza bravucona y tosca de los marineros que van en la embarcación, hombres que tácitamente desempeñan las funciones correspondientes, y que en plena euforia por regresar a su hogar, son azotados por una ola que hunde su barco y los deja a todos a la deriva.  Es posible que el trauma del naufragio ya parezca demasiado, pero la historia continúa cuando el protagonista, Luis Alejandro Velasco, se ve obligado a ver a todas sus camaradas fallecer, mientras, con un esfuerzo emprendedor logra resguardarse en una endeble balsa. 

            Rápidamente nos sumergimos en el segundo acto de la historia, con las aseguradas convicciones del protagonista de que será rescatado en la brevedad, y éstas mismas aplastadas por el transcurso de las horas, y, luego, por la sucesión  de los días. Finalmente, un halo de esperanza llega cuando se ha resignado a morir. El tercer acto, se centra en todo lo ocurrido luego de que al fin logra desembarcar en tierra firme, y ser conducido ¡nada más y nada menos que por seiscientos hombres!, a San Juan, y, más milagrosamente aún, cómo su blandengue balsa fue capaz de llevarlo a casa.

            “Relato de un Náufrago” es ejemplo de supervivencia y fuerza de voluntad. Al ser narrado en primera persona, el vínculo de empatía con el personaje principal es más estrecho: podemos sentir la sed quemándonos la garganta, las costras de insolación formándose tras estar tostándose diez días continuos bajo un sol abrasador. El miedo vulnerable de ser atacado por los tiburones que llegan puntualmente a las cinco. La riqueza literaria es tal, que incluso puedes sentir el desquicio del tic tac del reloj –una de las precarias pertenencias que acompañan a Luis Alejandro durante su naufragio-, la culpabilidad de descuartizar a una gaviota mientras la sangre del animal te resbala por la mano. Hay tantas y tan reales sensaciones humanas en esta obra que son irrefutables, porque en cierto punto, además de leer los padecimientos del náufrago, te conviertes en el náufrago.

            Es muy complicado leer a García Márquez por la vasta cantidad de palabras de las que se vale para enriquecer sus textos, pero Relato del Náufrago, además de ser una historia breve, es sencilla de comprender y verdaderamente interesante, que te deja con la desazón pero también convicción de que todo en realidad pasó: el naufragio, el rescate, las múltiples condecoraciones, el inexplicable fanfarroneo de contar una y otra vez una experiencia indiscutiblemente traumática, el despilfarro de toda la fortuna que hizo y el hecho de acabar trabajando como oficinista en una empresa de autobuses. Cuadrantes tan humanos que únicamente hay una palabra para describirlos: realidad.

María de los Ángeles Morales

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EL RASTRO DE TU SANGRE EN LA NIEVE (ANÁLISIS CRÍTICO)

           El amor está puesto en manifiesto de diferentes maneras, y las novelas que representan ese género han logrado retratar escenarios románticos de todo tipo. La narrativa por obligación está ligada a un proceso sensorial que al final de cada lectura te permite asimilar las emociones que te ha dejado la historia, si existe una aceptación o rechazo, pues nunca habrá un término medio.

            “El rastro de tu sangre en la nieve”, un título bastante acorde con el argumento, narra, en general, la historia de amor entre Billy Sánchez, un pandillero millonario, y Nena Daconte, una refinada jovencita, ambos cartageneros. El enamoramiento que surge es algo que simplemente ellos pueden explicar, pero es un sentimiento tan real que apenas tres meses después de su súbita relación se celebran las correspondientes nupcias, y luego la pareja se traslada a su luna de miel en Francia. Sin embargo, antes de su destino final, ambos deben detenerse en la embajada de Madrid para ser agasajados. Billy delira ante su regalo: un Mercedes Benz último modelo. Nena, por su parte, recibe un opulento ramo de rosas, y una espina le pincha sin querer el dedo anular. Una herida insípida, sí, pero que sorprendentemente da un giro total a lo que promete ser una luna de miel desenfrenada para los jóvenes.

            La historia es retorcida y tan efímera que aún no acabas de asimilar la etapa culminante cuando ya se ha acabado, y meramente la cabeza te estalla con la avalancha de preguntas que surgen, pero generalizo al asegurar que la primera es: ¿cómo ha podido morir Nena por causa de un pinchazo de rosa? Claramente, este es un final abierto a conjeturas para deleite de una clase de lectores, pero yo no califico en ese istmo pues me encantan los finales cerrados.

            Es innegable que “El rastro de tu sangre en la nieve” tiene el sello distintivo de García Márquez, y es literariamente congruente y sólida, a pesar de tratarse de un relato corto. El misterio de la herida de Nena no le quita la amenidad a la lectura, y la inverosimilitud no traspasa límites fantasiosos, a pesar de ser ese un rasgo característico de García Márquez –mezclar la realidad con la ficción-. Hay muchas cuestiones que pueden analizarse en la historia: aspectos psicológicos, sociales y culturales reflejados en la inexperiencia de Billy para tratar con la gente, la comparación de las costumbres colombianas con las europeas o el desapruebo rotundo de los padres de Nena con respecto a su matrimonio. Todo este compendio le da aún más carga literaria a un relato que se sostiene por sí mismo embellecido por las figuras retóricas que aparecen constantemente repartidas entre símiles, metáforas e hipérboles.

            “El rastro de tu sangre en la nieve” me ha generado un sentimiento bien definido: la estupefacción por estos dos trágicos amantes que han acabado muertos. Sí, ambos. Nena en todo el sentido de la palabra, y Billy, cuya esposa había ayudado a curar los fragmentos oscuros de su personalidad, termina helando de nuevo su corazón bajo la mayor nevada parisina de los últimos diez años.

María de los Ángeles Morales.

Estudiante de Comunicación Social.

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